Davis Love III todavía estaba en la pelea, pero a nadie le interesaba. Solo un puñado de personas lo seguían. Todo el mundo estaba pendiente de lo que sucedía unos pocos hoyos más arriba. Más precisamente, de lo que estaba haciendo Tiger Woods en un día que pasó a la historia.
"Acaba con ellos", gritaba el público mientras Woods escalaba posiciones en el Las Vegas Invitational, un torneo que súbitamente se convirtió en la principal atracción de la ciudad.
"Tiger, Tiger, Tiger". El cántico ganaba intensidad y la gente se peleaba por ver a Woods en acción.
Esta semana se cumplieron 25 años de un evento que cambió el golf para siempre.
A los 20 años, Woods ya era un fenómeno. Poco antes había ganado su tercer campeonato nacional amateur seguido y se había hecho profesional, con un contrato publicitario con Nike que lo hizo rico sin haber pegado un solo golpe en el circuito pagado.
Si bien ya reinaba la "Tigremanía", Woods no había ganado ninguno de los cuatro torneos en los que había participado.
Al arrancar la jornada dominical en Las Vegas, estaba a tiro, a cuatro golpes del líder. Eso bastó para que asistiesen 10.000 espectadores adicionales, que jamás hubieran considerado ir a un torneo de golf. Pensaban que podían ver algo especial, por más que algunos jugadores creyesen que se hacía demasiada bulla con un chico que todavía no tenía edad para apostar en la ciudad de los casinos.
"Lo único que se escucha es Tiger, Tiger", comentó en tono exasperado Fred Funk esa semana, después de arrancar con una ronda de 62 que le dio el liderazgo temporal, pero que apenas fue mencionada en los diarios al día siguiente. "Se olvidan de todos los demás", se quejó.
No exageraba. Ese día, nadie más interesaba. Ni Fred Funk. Ni Ronnie Black, que llegó a la jornada final al frente de la clasificación.
Yo cubría el torneo para The Associated Press y seguí el desempeño de Woods mientras escalaba posiciones. Se había apuntado 63 en la segunda ronda a pesar de mandar al agua un disparo en el hoyo 16, de par 5.
Woods mostró todo su potencial a lo largo del torneo. En el tercer hoyo de la cuarta ronda hizo un eagle. En el noveno llegó con un tiro al green mientras su compañero de turno, Keith Fergus, se quedó corto después de dos disparos.
Los aficionados no habían visto nunca nada parecido. Woods mandaba sus drives a sitios que nadie jamás hubiera imaginado.
Había comenzado una nueva era en el golf. Y el público estaba enloquecido con el joven fenómeno.
Cuando Woods tomó la punta, yo caminé detrás suyo y vi escenas que nunca había visto en un campo de golf. Los aplausos suaves dieron paso a ovaciones estruendosas y el público se afanaba por seguir sus pasos.
Un birdie de cuatro metros (12 pies) en el 14to hoyo, de par 3, lo dejó empatado en la punta. Cuando caminaba hacia el 15to, las sogas casi no podían contener al público, que trataba de tocar a Woods a su paso o le imploraba que le regalase una pelota.
Woods debió jugar un desempate con Love. Pero su coronación no iba a esperar.
Woods llegó al green sin problemas en el primer hoyo del tiebreaker, en tanto que el tiro de Love fue a parar a un búnker, del que no pudo salir en su siguiente disparo.
Woods había logrado la primera de sus 82 victorias en el circuito estadounidense.
Seis meses después, ganó su primera chaqueta verde en el Masters, el primero de los 15 títulos grandes que cosechó. Es para muchos el mejor jugador de la historia.
Y todo empezó al ganar el torneo de Las Vegas en su quinta presentación como profesional, hace un cuarto de siglo.
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